domingo, 11 de febrero de 2007

Montmartre





20 nov del 2006
Hoy amanece frío. Lluvia y brisa, 5 °C, ¿A dónde ir?. Visitar ambientes exteriores no es buena idea, pero el museo de mi interés está cerrado, así que decidí arriesgarme y visitar Montmartre, con sus grandes boulevares, y su historia de arte y bohemia. En el libro guía leí la información con antelación, y dispuesta a recorrer el itinerario propuesto al pie de la letra, no cuento con la sorpresa del cierre de la estación de metro donde empezaba el recorrido…¡y yo me la sabía con manzanas y no con peras!, debo entonces reorientarme con respecto a la siguiente estación. Comencé a caminar en dirección a la siguiente estación de metro, al igual que otros turistas. Buscando el lugar, subo una de las calles estrechas de Montmartre, y el aliento no me acompaña, y lo pienso dos veces (será que me regreso?), y el ego dice que no, que yo puedo, y sigo subiendo, y me pregunto si es mi estado físico o la contaminación, pero me cuesta trabajo respirar. Mis piernas están mojadas, la lluvia helada ha tocado mi piel, y mi naríz no es suficiente, y trato de tomar más aire de una bocanada, pero recuerdo que el aire frío no es bueno para los pulmones, y vuelvo a la nariz, y mejor hago escala y me resguardo de la lluvia …
Y de nuevo pienso en regresar, no he caminado más de 5 minutos colina arriba, pero los muslos me duelen y pienso, dónde es que está el funicular?, en la siguiente estación del metro… Llego a un cementerio, Saint Vincent y disfruto una hermosa escultura de un ángel que toma de las manos a una bella mujer y la lleva al cielo. En este cementerio se encuentran las tumbas de reconocidos artistas como Emile Zola, Alexandre Dumas, Alphonsine Plessis “La Dama de las Camelias”, entre otros.
El libro guía está completamente mojado, sigo en sus páginas buscando la iglesia, entonces alzo la vista y me encuentro con ella, y ahí está. No es la puerta de Alcalá, es la cúpula de la iglesia, y subo por la Rue de Saules, y puedo admirar los cafés ya abiertos, y a pesar de los 5 grados centígrados y de la pertinaz lluvia, se siente el ambiente de Montmartre, y luces rojas, y música, y arte, y gente conversando. Sigo subiendo, ahora animada por la vista de la iglesia y puedo ver el campanario, con la Savoyarde de 19 toneladas, una de las campanas más grandes del mundo.
Puedo apreciar las formas árabes de las cúpulas, ahora dos, luego tres, cuatro pequeñas cúpulas y una grande, y el interior, amplio y hermoso en su decoración, el sagrado corazón en el coro, una gran belleza. Al salir, se puede apreciar una hermosa vista de la ciudad, no tan amplia, el cielo está nublado. Muchos turistas se resguardan de la lluvia, todos este día tomamos una decisión difícil al venir a Montmartre, pero, ¿quién tiene toda la vida para conocer París?.
Bajo las grandes escalinatas y miro atrás para contemplar una vez más la hermosa vista
Y me la imagino en verano y primavera, llena de turistas sentados en la hierba, disfrutando el ambiente. Pero hoy no, sigue lloviendo y es invierno, el frío me hace desistir de mi momento imaginario, pero aún hay un sitio que deseo conocer antes del regreso, busco en la guía, y sigo descendiendo la Place Du Tertre y allí están algunos pintores “en plein air”.Desciendo hacia la Rue Lepic , larga, curva y hacia abajo, unos minutos más, la Place Blanche y puedo apreciar un pequeño molino iluminado generosamente de rojo, la cuna del can can, y por lo que aprecio alrededor, de otras artes más…

La Cathédrale de Notre Dame

Domingo 19 de noviembre del 2006.
Hoy estuve en la catedral de Notre Dame. Hermosa, tal como la imaginaba, con su fachada de estilo gótico y sus gárgolas, numerosas y grotescas, que ahora puedo apreciar asomándose en sus ángulos y columnas. Tiene tres portales a la entrada, con grabados que representan El juicio final, La Virgen y los Angeles y el portal de San Esteban. Cámara y libro en mano, me apresuré a entrar, la misa había comenzado, y puede disfrutar el sonido del gran órgano, un Cavaille-Coll, famoso también en 1900, época de gran auge de esta iglesia.
Oscura y elegante es una de las más antiguas catedrales de estilo gótico en Francia. Imponente, con 130 metros de largo, 50 de ancho y 35 de altura, con capacidad para 9000 personas, que entre fieles y turistas se mezclan en un interior, y escuchan con respeto el ritual. Capillas con grandes obras de arte, hermosos rosetones de estilo gótico y al final, el ábside de la iglesia, con grandes arcos ascendentes que la hacen única.
Ahora, sentada en plaza que queda detrás del ábside de la iglesia, almuerzo sándwich y agua, y contemplo las palomas que revolotean y se dejan alimentar. En la sombra de este otoñal parque, a 8 °C miro a dos hombres jóvenes y hermosos besarse, a la sombra, frente a mi, y una anciana más allá disfruta el paisaje, como yo, que además escribo estas líneas, para ustedes...
Para tener màs información, pueden acceder al link


La Tour Eiffel, L'arc du Triomphe



18/11/06
Ayer fué mi primer día en París. Llegué al cuarto de la Maison du Liban de la Cité universitaire a las once de la mañana, después de no haber dormido el día anterior, y porque al final no pude encontrarme con mi amigo Wilmer. El recepcionista de la casa Libanesa, un mexicano amable, de unos 50 años, vio mi cara de cansancio y abrió el cuarto con mi promesa de hablar luego con la administradora. La confianza es muy importante en París, fue lo primero que aprendí, y me acordé de mi tía Olga, que también confía en las personas, sin papeles, sin firmas. Decidí descansar todo el día, y esperé a mi amigo Wilmer para saludarlo.
Hoy decidí comenzar con la Torre Eiffel. Con un mapa del metro y de la ciudad, que pude encontrar en una estación del metro, así como orientación en inglés y francés y algunas veces en español, decidí entonces comprar el tiquete del metro clase Mobili para todo el día, por 5.40, y así llegué a la gran torre. La obligada foto que tiene que ser tomada dos calles antes, porque sino no sale completa la torre, y tuve que pedirle a un turista que me la tomara, para sentar el obligado registro de mi visita. La cola es de más de una hora, para subir por las escaleras hasta el tercer piso, cuyo costo es de 3.80 euros. Si deseas ir por el funicular son 7.80 y hasta el séptimo piso es casi el doble. Me dispuse con mucho ánimo y rapidez a escalar los tres pisos, pero al primero ya estaba sacando la lengua. Sirve para disimular, quedarse mirando (y jadeando) los recuadros de la historia de la Torre y cuántas personas famosas han subido. Mientras continuo, me pregunto a qué se debe el cansancio repentino, y luego me entero que “Es la contaminación, en una semana se te quita”.
El segundo piso tiene cafetería, sillas para admirar el panorama, y una hermosa vista de la ciudad, mucho más impresionante desde el tercer piso. Puedes ver el Río Sena, La Ilé de la Cité, los barcos de turistas que al son de bésame mucho -cantado por un mariachi-, disfrutan de otra manera de ver la ciudad; Les Invalides, Le Grand Palais et Le petit Palais, el Arco del Triunfo, la Iglesia del Sagrado Corazón, El Panteón, La Iglesia de Notre Dame, todos adecuadamente señalados en fotos a través de los pasillos en el segundo y tercer piso. Muchas personas visitan esta torre de todos los rincones del mundo, todo el tiempo, para conocer, tomarse fotos, comprar souvenirs, o para besarse todo el tiempo. ¡Si! Besarse todo el tiempo, y lucen jóvenes y franceses, y se están perdiendo la vista…

Luego de conocer la torre y la vista de la ciudad, planeo la ruta a seguir y camino hacia La Escuela Militar, además les invalides - hotel de los soldados heridos en guerra-, la sede de la UNESCO, Los campos Elíseos, y El Arco del Triunfo, que luce hermoso e imponente al final de la avenida. Al final de la tarde puedo apreciar las luces que encienden la ciudad y a los turistas, y cuando mis pies me recuerdan que ha sido suficiente caminar 6 horas , quiero llegar hasta el Arco, y el esfuerzo se ve recompensado al ver la ceremonia en honor al soldado caído. Le Batan, Les Boulon, Espinoza, Tudela, Ocana, Almeida, son algunos de los miles de nombres que pueden leerse en el arco del triunfo, y muchos son los soldados veteranos y familiares de los que ya no están, que se encuentran en la ceremoniam encienden la llama como un símbolo, y son saludados por lo militares de turno.

Ya es de noche. La ciudad encendida, bien se merece el nombre de ciudad luz. Miles de turistas caminan por sus calles, alegres y ajetreados, saliendo y entrando de almacenes, o cruzando la Avenida de los campos Elíseos, e intentando (como yo) tomar la mejor foto, esa que tomas cuando el semáforo está en rojo, en frente del Arco del Triunfo, en la mitad de la cebra…
La noche es joven, pero mis pies me dicen que por hoy ha sido suficiente.

¿Bon Voyage?




16/11/06





¡Paris!.
Mi gran experiencia en París comenzó por decidir tomar un bus. La tentadora cifra de 35 euros y mi decisión de última hora, influyeron mucho. Ocho horas de viaje Amsterdam – Paris, en mi aventurero viaje no suena terrible. Eurolines en Internet luce bien, y ya quiero comenzar mi recorrido sola, sin tutores. El bus es tan estrecho como los asientos de avión, y el baño más pequeño y más sucio. Jóvenes extranjeros, como yo, –siendo yo realmente más lo segundo que lo primero- han optado por este aventurero viaje.
Después de cuatro horas de viaje y una parada en Maastricht para cenar, retomamos el camino. En las paradas puedes tomar café, comer algo, fumar de todo o preferir -como yo- el famoso chocomel por 1.30. El sándwich preparado por mi amigo Raoul acompaña mi bebida y me apuro para no perder el bus. Puedo disfrutar la vista de la hermosa ciudad y veo cuánto se parece a Amsterdam. Aquí, además del idioma holandés, puedes escuchar inglés, francés y Alemàn, por ser Maastricht una ciudad multilingue situada en un apequeña franja entre Bélgica y Alemania. Me disfruto la vista desde la gran ventana del bus, desde la cual puedo ver incluso “Ciudad de Dios”, en el laptop de la chica de en frente. Los chicos de la izquierda, de aspecto inglés, disfrutan por su parte de un tema cómico que ocasionalmente puedo ver a través de la pantalla, y puedo escuchar el audio de alguien más adelante. La pequeña niña oriunda de las antillas Holandesas, que hasta hace poco movía mi silla, corre ahora por el pasillo, y yo?... yo escribo estas líneas y me dispongo a practicar mi escaso francés con mi libro guía, y de vez en cuando a través del vidrio miro a Z pequeño matar a otros tantos… y se me ocurre, sería bueno conocer Brasil, Perú, México…
El ruido de una sirena me trae del sueño y pude apreciar una hermosa catedral de la ciudad de Lille, !ya estamos en Francia!. Más personas han subido al bus y ahora el idioma francés se une al ambiente. La película de turno en el bus es de Chuck Norris, (vieja, por supuesto) acerca de la DEA, cocaína, y ¿adivinen de dónde era el malo de la película?, si, lo que están pensando…Mucha sangre ahora en la gran pantalla, y como siempre los “buenos” ganan; pero la mejor película se desarrolla en la silla de enfrente: Un francés de piel negra y hermoso rostro, inicia en inglés una charla con una joven española, y pregunta entonces sobre las expresiones españolas y se entera qué quiso decir alguna amiga suya con que solo quería un “rollo” con él, y ella trata de explicárselo extensamente, pero no sé si el entendió, y ahora tratan de hablar en español, y el entiende menos, pero sigue igual de animado… y entonces todos nos enteramos que él es periodista, que vive en Bélgica pero va a visitar a su novia en París, y también sabemos que ella está estudiando en Utrecht, pero aún no sabe Holandés y va a visitar un amigo en París, para conocer juntos Francia. Y entonces comenzaron a hablar de sus amigos o parejas, y de lo que piensan sobre el sexo y cómo les gusta, y que iban a hacer cuando llegaran a París…
El chico Francés tiene que ir al baño. ¿Algo relacionado con la conversación? Quizás. Es joven y sus hormonas deben estar fluyendo rápidamente por su sangre ahora. Y al regresar, !Oh, sorpresa!, nuestra acompañante de 3 años está en su silla, jugando con su posible conquista. ¿Qué hacer?, esperar. Impaciente pero amable queda de pie a su lado, mientras las dos chicas juegan con el celular. Parece que nuestra española ha perdido interés o se le ha olvidado la temperatura de la conversación, porque ella ríe encantada, mientras él espera. La madre de la niña no se inmuta, así que socorro su dignidad de hombre y el ofrezco el asiento de al lado. Tristemente acepta, y comienza a hacer lo propio con su celular, haciendo tiempo…
El viaje se retrasó 1 hora por las 7 estaciones que hizo el bus, en las cuales demoró demasiado, y el último metro en la estación Defense parte en media hora, y sin las indicaciones exactas acerca de qué ruta tomar (porque mi amigo quedó en buscarme), decido esperarlo. Me despido del francés y la española, y me entero que la estación de metro va a ser cerrada, mi amigo no pudo recogerme y tengo que decidirme entre tomar un taxi que puede costar 80 euros, o quedarme en la estación a esperar el primer metro. La primera sensación es de negación:

-¡¡¡Hijueputa esta vaina no puede estar pasando!, que hago, que hagooo?!!-.

Llamar, ¿con qué?, de nada sirven las monedas, en París los teléfonos públicos son con tarjeta. ¿Dónde comprarla?, no way, no hay dónde. Están cerrando la estación y sacando a los pocos que quedamos dentro de ella.
¿Y ahora?, ok, mejor taxi. Cruzo la calle y espero unos eternos minutos, sin conseguirlo. No hay. Vuelvo cerca de las cabinas telefónicas y escucho el melodioso lenguaje español, con acento mejicano, de un joven que si tiene tarjeta, !bien!, otra opción, comprársela, y entonces escucho que no, que la necesito, que no tengo dinero, que debo viajar a Holanda, que perdí el bus, que….
Vuelvo a intentar el taxi, 10 minutos, sin resultado. Regreso resignada a negociar con el mejicano, y entonces puedo llamar a mi amigo, y escucho lo que ya temía: debo esperar el primer metrom y además me dice:

-“No te preocupes, París es seguro”-.

¿Seguro?. No se puede tener sensación de seguridad con lo que no se conoce. Seguro para mí viajar en cuatro ruedas por el centro y Sur de Bolívar, pero ¿París?...
Comienzan a merodear seres extraños, de otro mundo. Se acercan peligrosamente, y la intuición animal me dice que mejor me quedo cerca del mejicano. De dos males el menos grave. ¿Y qué decirles de mi nuevo amigo?, que nació en un pequeño pueblo de Méjico pero que ha vivido toda su vida entre Florida y Cancún, que tiene identificación falsa y que logró entrar a Europa sin visa, que tiene antecedentes en EEUU por tráfico de drogas y que se vino detrás de una Holandesa con la que vivió en Cancún un año, la cual no sabe que él está en Europa. Que espera entrar a Holanda y conseguir trabajo, o al menos que lo mantenga el gobierno en calidad de indigente. ¿Película mejicana?, parece que no. Su rostro cansado revela más mundo que ventitantos años, los que debe tener desde que nació, y aunque consciente de las consecuencias de sus actos, no se arrepiente de nada…
La noche fue eterna: escuchando historias fantásticas contadas a lo charro, sentados en la calle, en una silla de metal, cuidándonos de los extraños y de nosotros mismos; sin dormir, compartiendo experiencias, medio sándwich, una mandarina, el chocolate que era de mi amigo, y agua. Y cuando me estaba venciendo el sueño, el mejicano me aconseja que mejor no me duerma, que el había escuchado que las personas que se duermen pueden despertar con su vida convertida en una pesadilla:

-¿Qúe pasa, las violan, las roban?-

-No, les quitan un riñón, medio hígado u otro órgano, y las dejan tiradas por ahí, vivas y mal remendadas...

El frío es indescriptible, no deseamos saber la hora, no deseamos saber cuánto falta. Por fin, abren la estación, y podemos refugiarnos en el pasillo del metro, -que huele a orinal público-, sentados frente a un aviso de un hombre flaco y de gesto gracioso que decía Borat (el estreno de una comedia francesa) y compartimos la última mandarina con un Ruso, que de inglés o español no hablaba ni papa, pero teníamos en común esta noche la misma suerte.

Así que como pueden leer, París me parió sin anestesia y sin madre en una fría madrugada de invierno, en una estación de metro.
Allí nací de nuevo, con una nueva dimensión de la vida, de las cosas.